El censo en España del Escribano Palustre (Emberiza schoeniclus) arroja un declive de sus efectivos de aproximadamente el 22% en la subespecie iberoriental y una población actual estimada en 238-244 parejas. Mientras que en la subespecie iberoccidental ese descenso supera el 62%, con apenas 20-30 parejas. Ambas poblaciones se concentran en dos áreas de apenas 10km2. . Estos pequeños tamaños poblaciones, el declive sufrido y la fragmentación de su población permiten calificar al escribano palustre en la categoría de la UICN de En Peligro Crítico.
En Villena tenemos el lujo de tener la subespecie norteña –schoeniclus–, que visita nuestros humedales únicamente durante los períodos de migración e invernada, entre octubre y abril.
El cambio climático y una inadecuada gestión del agua juegan en su contra Para que el escribano palustre prospere requiere de unas formaciones vegetales específicas (carrizales poco densos, masegares, juncales inundados) en humedales con inundación permanente de agua. Sin embargo, estos hábitats por los que muestra preferencia son los más afectados por la destrucción o degradación. Un caso paradigmático son las Tablas de Daimiel, uno de los principales núcleos reproductores de la subespecie iberoriental, que actualmente cuenta con solo el 10% de su superficie inundable encharcada, lo que ha contribuido a la reducción de la población en este espacio y dificulta su recuperación.
Por otro lado, la tendencia del escribano palustre a establecer reducidas poblaciones reproductoras en pequeños humedales ha jugado en su contra, ya que los hace más vulnerables y favorece numerosas extinciones locales, según aumenta la fragmentación del hábitat y la reducción de la conectividad entre poblaciones. Los cambios en los regímenes hídricos por la intensificación agraria y la explotación de los acuíferos han conducido también a la destrucción de cientos de pequeños humedales aptos para la especie.
Necesitamos detener la desaparición o degradación de los humedales donde está presente el escribano y recuperar su hábitat. Para ello, hay que trabajar en dos pilares: uno pegado al territorio, con acciones de gestión específica que mantengan y recuperen los hábitats adecuados para la especie, y otro mejorando la gestión hidrológica de los humedales en los que se encuentra presente, a través de la aplicación de políticas integradas en las cuencas de estos espacios.
