Nos trae parte de la prensa provincial la «buena nueva» de 400 posibles empleos en la construcción de la planta fotovoltaica «Argos» que ocupará 191 ha tomadas del territorio de Villena y Salinas (una superficie similar al casco urbano de Villena). «Poca» construcción al parecer, pues la empresa presume de que no habrán zapatas de hormigón ni movimientos de tierras, apenas una verja cinegética perimetral y algunas miles de «maravillosas» placas solares bajo las cuales la flora y la fauna encontrarán fresquito refugio. Sin embargo, eligieron bien el nombre de Argos, gigante de cien ojos de la mitología griega, en una evocadora metáfora de miles espejos mirando al sol.
No obstante, la aprobación del proyecto, de competencia ministerial, no ha gustado a Rosa Pardo, la Directora general de Política Territorial y Paisaje de la Consellería de Política Territorial, y por supuesto no gusta a Salvatierra, que presentó alegaciones pidiendo su no autorización en mayo del año pasado. No gusta porque oculta el impacto real de su enormidad, consumiendo agua, consumiendo ingente territorio y empobreciendo la diversidad biológica…
Todavía no se han hecho eco, pero hoy lunes 8 de Agosto, el ministerio también ha publicado en el BOE la autorización de otro gigante que vivirá al lado de Argos: es la ‘CSF La Atalaya», la superficie vallada ocupará 154 ha y la proyección de los paneles 57 ha. Esta macro-planta, en la entrada del valle de las Sierras Salinas, puede augurar el final agroecológico del valle a los pies de los valores ambientales más emblemáticos de nuestro término.
Parece que la crisis económica, energética y geostratégica acelera la toma de decisiones «de Estado». A grandes problemas, dicen las metalidades tercas y simplificadoras, grandes «instalaciones». Así, el signo del modelo energético que nos quieren imponer es justamente el «gigantismo», que se desenmascara aquí al pasar por encima de las regiones, los valores locales, la participación de sus gentes y las singularidades de la vida. En el caso de Argos por encima de la singularidad del único lugar conocido en el mundo en donde se encuentra una nueva especie vegetal todavía sin describir para la ciencia, cuyo nombre llevará ¡cómo no!, el de Villena. Sin embargo, a la buena noticia del descubrimiento de una joya botánica endémica de nuestra tierra, se une la mala noticia de su precaria situación y las amenazas que se ciernen sobre ella. Hasta ahora, solamente se ha encontrado una única población, ubicada dentro de los límites del proyecto Argos. Esto la hace muy vulnerable, por lo que se la considera «En peligro crítico de extinción» según los criterios de la IUCN. Otro tesoro que las personas de Villena debemos custodiar.
El otro gran gigante que nos anuncian es la planta fotovoltaica Tendetes, que podría adornar la carretera de Villena-Biar hasta las laderas de la Sierra de la Villa hasta Cañada y parte de Biar. Ahora serían 435 ha y una línea de evacuación que recorrerá «graciosamente» parte de la provincia para llegar a San Juan. Salvatierra ha estudiado el proyecto y ha señalando sobre qué valores de nuestro territorio pasará por encima. Pedimos, de nuevo, un modelo energético y una estrategia local, autonómica y estatal que asuma la complejidad del tiempo de cambio que nos toca y nos tocará vivir. Esta complejidad implica asumir situaciones características, el empoderamiento de la gente y el valor de lo local y sus ecosistemas. Significa «afinar» hasta la pequeñez, en vez de seguir cabezonamente aplicando el rodillo de soluciones «simplificadoras y uniformizadoras» como son los mares de placas en aquellos territorios rapiñados por un mercado buitre que aprovecha el abandono histórico del campo y la consiguiente precariedad agrícola.
Aunque parezca meramente romántico, al contrario, lo más eficiente es apostar por el valor de lo pequeño y distribuido: lo pequeño como resiliente, integrado, próximo y significativo… Distribuido para hacer partícipe a la gente, para acercar producción y consumo, para ganar soberanía…Y al decir pequeño, realmente estamos apelando a aquello cuya escala se ajusta a la realidad cercana, que se integra sin disrupción, y que también nos interpela a vivir de forma otoñal, austera y previsora…
En definitiva, lo que más inquieta es la «terquedad» de quien no quiere ver que el cambio climático y la crisis de los recursos, tarde o temprano, traerá un «invierno» de escasez a nuestras sociedades. Necesitaremos en esos momentos apoyarnos en infraestructuras soberanas, en una comunidad cohesionada de personas, en los valores de nuestro territorio y en los servicios de unos ecosistemas locales biodiversos y sanos.
Es un discurso duro, difícil de entrar en la mollera de cualquiera, cierto; pero necesario. Nuestra administración autonómica tiene informes que señalan que las cubiertas y otros espacios antropizados de la Comunidad Valenciana son suficientes para generar la electricidad de origen fotovoltaico planeada. Así pues, podemos darle por cuatro duros nuestro territorio para que pongan sus placas el yerno de Juan Roig (Argos) y el estado Noruego (Tendetes), para que después nos vendan su energía. O bien conservarlo ecológicamente sano y productivo, y generar nosotros nuestra propia energía en nuestros tejados, en los tejados de nuestros centros educativos, en nuestras empresas… Por eso, no entendemos la bienvenida que parte del gobierno local ha dado a las noticias generadas a partir de los anuncios de algunas de estas macroplantas fotovoltaicas. Nos parece ver esa «cabezonería simplista y cortoplacista» de la que hablamos, que impide apreciar que perdemos más de lo que ganamos; y que demora la construcción participada de una estrategia de futuro más compleja, ecológica y social.
Lo peor es que esta fiesta de «gigantes y cabezudos» no ha hecho más que empezar (hay en Villena otra treintena de solicitudes de plantas esperando) y mucha gente no comprende que se fundamenta en un «delirio» de falsa riqueza y cuyas consecuencias serán duras. Duras para nuestro territorio y la vida en su interior, incluida la nuestra.